Todos hemos conocido personajes particularmente espléndidos. El mío dijo llamarse Marc Spraise y lo conocí ayer.
Lo encontré de pie, levemente desvaído, recostado en algún punto de la Carrera Décima. Lo primero que me pidió fue que bajara mi cámara y apagara todos mis aparatos. Yo no llevaba ninguno, así que le obedecí y le pregunté en qué pensaba. Sin mirarme, dijo que su pasatiempo era vagar por ahí odiando a sus "vecinos". Se refería a
Hablamos un rato, caminamos por las calles del centro. Nos sentamos un momento en
y luego ya tuvimos la suficiente cercanía para que él me dijera y yo le escuchara lo siguiente:
"Le hago la única súplica que no me parece plebeya: mida bien el tamaño de mi voz, no sea que se le ocurra hacer con ella boberías".
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